Hoy estábamos volviendo de la guarde/escuela infantil/cole (como queráis llamarlo) y estaba dando prisa a mi niño para llegar a casa. Eran casi las 16h y mamá tenía que comer aún así que no hacía más que repetirle
¡Venga! Vamos a casa... Corre...
Seguro que la escena os suena ¿verdad?
Pues en esas estábamos cuando he empezado a pensar en que no hago más que meterle prisa al niño.
Mañana:
- Venga cariño, a despertar, levanta de la cama corre
- Vamos, termínate la leche
- Corre, a lavar las manos
- Venga, que nos tenemos que ir al cole, corre que llegamos tarde
Tarde
- Venga, corre... que hay que llegar a casa
- Corre, termina de merendar, date prisa
- Veeeeeega, anda más rápido que nos van a cerrar la tienda
- Corre, hay que llegar a casa a bañar
- Llevamos una hora, acábate la cena corre
- ...
Y esto en un día laborable, que en casa está por la tarde cuando yo salgo de currar. Os podéis imaginar en fin de semana o en festivo dónde hay que añadir comidas, hacer cosas por la mañana...
¿De verdad quiero que mi hijo viva estresado? Porque seguro que es lo que voy a conseguir a la larga, no hago más que meterle prisa y es porque YO tengo prisa.
El ritmo de vida que llevamos hace que vivamos acelerados y pendientes del reloj y ese estrés lo trasladamos a nuestros hijos
Los adultos inevitablemente vivimos con horarios, y por desgracia pretendemos, intentamos... que los niños también los sigan ¡cuando no debería ser así! Rutinas bien, pero a su ritmo... Ojalá pudiera ser así ¿verdad? No tener que levantarlos, darles prisa para todos porque hay que...
Mi propósito para este verano: intentar vivir las tardes que nos quedan de jornada intensiva en modo slow life. Seguro que él agradece no tenerme en modo machacón encima. Y yo estar más relajada ;) ¡A ver si lo consigo, que me conozco...!