A la vuelta a la vida laboral ha habido que sumarle eventos sociales para los cuales ha habido que trabajar un “poquito”. Se me han juntado entregas de trabajo muy muy ajustadas con entregas “personales” y esto, sumado a cuidar a un bebé, intentar llevar (más o menos) una casa ha hecho que casi no tenga vida y en momentos me viera un poquito desbordada. Un estrés todo. Con lo que me gusta hacer las cosas con tiempo ha sido una prueba durilla adaptarme a las circunstancias. Y además he empalmado enfermedades, para acabar de rematarme.
Menos mal que el pequeño es buenecer y deja trabajar. Y que las cosas de casa las hacemos entre dos, que sino…
Pero ahora que todo ha pasado y parece que estamos en unos días de “valle” estoy como desinflada, sin ganas de nada. Siempre me pasa. Después de una época de ir a matacaballo, cuando llega la calma estoy desganada y no me apetece hacer nada. Vamos, que pasa el día y he hecho lo justo. Y a veces ni eso. Como si ya no supiera qué hacer con mi “tiempo libre”.
A ver si se pasa esta fase de tontuna e intento, al menos:
- hacer algún postre, que ya tengo ganas de volver a encender el horno para hacer algo más que calentar pizza. Este año me gustaría probar a hacer un empanadico.
- leer porque ya me vale, no leo nada de nada. Por lo menos acabar el libro que tengo empezado
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